Geovanny Fallas, guardaparques recientemente pensionado, recuerda el día en que bajó a las profundidades del Parque Nacional Isla del coco como uno de los días más impresionantes de sus veinte años de servicio.

Unos años antes ni me lo hubiese imaginado. Antes de llegar aquí, si alguien me decía que tendría esta experiencia que ahora estoy viviendo, lo acusaría de mentiroso. No podría ser verdad. Es que ¿a qué costarricense se le ocurre imaginar que esto es posible? Pero sí es posible. Y muy cerca, si consideramos que es uno de los cuatro mejores sitios para esta actividad.
Hace unas horas me dijeron que bajaría y ya estoy listo. Me dijeron “Geovanny Fallas, va usted”. Siempre quise tener esta experiencia y ahora me toca a mi.
En un abrir y cerrar de ojos, ya estoy listo, de verdad que yo no creí poder tener una experiencia así. Ya tengo unos cuantos años aquí en la isla y pues conozco todos los rincones posibles. He caminado los tres senderos que tenemos aquí innumerables veces. De Bahía Wafer, donde está la sede administrativa, la casa de nosotros los guardaparques, la estación de bomberos, el comedor, la cocina y demás, a bahía Chatham. El sendero a Los Llanos y el sendero a Cerro Iglesias. El cerro Iglesias está a unos seiscientos metros sobre el nivel del mar y desde allá la vista es fabulosa.
La cantidad de veces que un guardaparques de la Isla del Coco los recorre no la tengo contada, es nuestro trabajo. Hoy veré la isla desde otra perspectiva.

Conozco el perímetro de la isla por haber navegado alrededor de estos 24 kilómetros de maravillas

También conozco el perímetro de la isla por haber navegado alrededor de estos 24 kilómetros de maravillas. Esa vuelta se realiza en una hora más o menos y los guardaparques la hemos recorrido tantas veces que ya es como nuestro barrio. Conozco esas bahías, Wafer y Chatham. Conozco las playas. Su silueta me es, de alguna manera, familiar. Reconozco sus picos, sus altos y bajos, su frondosidad, sus rocas. Aquí vienen turistas de todo el mundo para conocer este tesoro, patrimonio de la humanidad según la UNESCO desde 1997 y Parque Nacional desde 1978.

Conozco, incluso lo que se puede ver por debajo del agua bajando con equipo o sin equipo. Pero esto, lo que estoy a punto de vivir será mágico, será mi primera vez. Ahora iré al otro extremo posible, donde me dicen que la paz y la quietud es asombrosa.

La panga remolca al submarino y está listo para la inmersión. Estamos ya dentro y todo resulta nuevo para mí. Sé que alguna vez el propio Jacques Cousteau, uno de sus inventores, habría catalogado a la isla como la más bella del mundo y dejó su huella aquí en los años ochenta.

Ya dentro de la nave pienso en otra primera vez: cuando llegué en el año 1995 a trabajar al Sistema Nacional de Áreas de Conservación, como guardaparques en la isla. Ahora llevo unos 15 años acá, pero en el 2020 cumpliré los veinte años de estar aquí y me pensionaré y sabré que nunca más volveré, pero atesoraré los mejores recuerdos. Habré querido, cuando me pensione, venir a despedirme de la isla, pero no podré, no se dará. Dejaré aquí mis mejores recuerdos, mis mejores aventuras, gran cantidad de trabajo, de hermoso sacrificio y entrega por la naturaleza y por mi país. Pero aún falta mucho para eso, será en el difícil año 2020. Mi pensión será en el futuro. Recordaré todo esto con emoción. Ahora en el 2010 voy bajando en el submarino, ya siento cosquilleos de nervios y emoción.

Submarino en Isla del Coco

Cocos Island, Costa Rica; the DeepSee submarine fully submerged below ocean’s surface

Es cierto que conozco ya las especies de peces, de tiburones, pero nunca las habré visto tan desde abajo. Esta, que estoy viviendo ahora, es una de las experiencias más impresionantes de mi vida. El submarino te permite bajar hasta más de 300 metros de profundidad, algo que no logras hacer con equipo de buceo y mucho menos con snorkel y visor.
Mientras baja me viene una sensación rara como de necesidad de aire, pero en realidad es la impresión, porque dentro de la cabina no hay necesidad de descompresión ni nada, nos mantenemos respirando normal. Lo que pasa es que al mirar hacia afuera se siente la vertiginosidad de la profundidad.
Vamos despacio hacia abajo, y al llegar se apagarán todas las luces. La idea es no molestar a la vida marina que nos rodea y que, dentro de media hora, al encender las luces podamos apreciar su esplendor.

El submarino te permite bajar hasta más de 300 metros de profundidad

«El submarino te permite bajar hasta más de 300 metros de profundidad».

Si a uno no le gusta lo que hace un guardaparques en la isla, sinceramente, se equivocó de trabajo. Uno no puede tomar este trabajo como cualquier otro, sin duda es algo muy especial. Pero quienes amamos la naturaleza y dedicamos nuestra vida a esto, lo vivimos con enorme alegría. Ahora, abajo en el submarino con todo apagado pienso que en caso de emergencia el submarino subirá a 50 metros por segundo rápidamente, además, tenemos aire como para 10 horas y estaremos aquí unas dos horas.
Los turistas que nos acompañan están maravillados, tendrán una experiencia que no es accesible para mucha gente pero que sin duda les valdrá cada centavo.

Luego de estar media hora a oscuras, en silencio, en una especie de meditación y pensamientos con uno mismo, las luces se encienden y el paraíso se queda corto. Una explosión de color, brillo, éxtasis. Como una exageración de colores, de formas que se mueven, de vida.
Lo que vemos ahora, en este instante es indescriptible. Trato de buscar la forma de explicarlo, pero ¿cómo describir algo que otras personas nunca han visto? Es otro mundo aquí abajo.

Quizás si fuera biólogo podría decirles que hoy vimos el tiburón tigre, el punta negra, el punta blanca, el nodriza, el ballena, el martillo, el sedoso, el puntas plateadas, entre otros. El tiburón punta blanca de arrecife (Triaenodon obesus), es una especie residente, vive en la isla. En cambio, otras especies como el tiburón martillo (Sphyrna lewini) y el tiburón ballena (Rhincodon typus) son altamente migratorias, se desplazan grandes distancias hacia otras zonas del océano. Nosotros también aprendemos esto en nuestro trabajo.

Tiburón tigre de Isla del Coco también vive en golfo Dulce

Tiburón Tigre

En Costa Rica se han registrado cerca de 4700 especies marinas, de las cuales un 16% (747 especies), sólo han sido reportadas aquí. Además de las especies de tiburones, abundan los atunes, los peces loro, las mantas y los jureles. Se han registrado un total de 45 especies marinas endémicas que representan casi el 50% del endemismo en Costa Rica, o sea, de las especies que sólo se ven aquí. La mayoría de ellas son peces (33.3%), seguido por crustáceos (28.9%) y moluscos (15.5%). Así mismo, La Isla del Coco presenta índices de biodiversidad hasta 15 veces más alto que aquellos obtenidos en continente. Yo esto no lo sé al dedillo, pero lo veo, lo percibo.

Quizás alguien lo haya podido ver en televisión, en documentales, pero yo estoy en vivo aquí abajo, recibiendo una de las más enormes bendiciones y gracias a mi trabajo y a que nuestro país, Costa Rica, apostó por la conservación y mantiene este espacio natural protegido.
Somos nosotros, los guardaparques y todo el personal de la Isla del Coco quienes trabajamos a diario para mantener la Isla. A la Isla del Coco la defienden no solo los guardaparques. Mucha gente más, tanto del Estado costarricense como de organizaciones. Nosotros los guardaparques conocemos bien el trabajo de la Fundación Amigos de la Isla del Coco (FAICO), por ejemplo. Somos testigos de todo lo que hacen por la Isla, pero también por quienes trabajamos allí. Es más, lo pondría así: si no fuera por FAICO no sabría cómo estaría ahora el Parque Nacional al que tanto amor le di. Colaboran en muchos aspectos y hacen posible este trabajo hermoso de cuidar nuestro tesoro.
Lo peor que me tocará vivir, quizás, son las amenazas, pero pese a que es posible que haya embarcaciones de pesca furtiva que podamos encontrar, a mí no me tocará ningún enfrentamiento. Nos han dicho que sí es posible, tenemos que estar preparados para todo.

Patrullajes de vigilancia en la Isla del Coco

Uno no sabe con quién se va a topar cuando está haciendo los patrullajes de vigilancia, puede ser un capitán furioso, alguien malcriado que nos quisiera echar la lancha encima. Pero eso no ha pasado. Sí nos han amenazado de muerte a algunos compañeros, a mí no. Algunos se la quieren jugar allí, a tratar de pescar dentro de las doce millas náuticas de aguas protegidas que pertenecen al Parque Nacional Isla del Coco.
Aquí abajo, la isla es aún más mística, es algo magnífico, uno siente la presencia sobrenatural, la belleza, la majestuosidad.

Estando abajo todo es nuevo, entonces el tiempo pasa muy rápido. No puedo detenerme a pensar en mi trabajo diario. A decir verdad, en la Isla del Coco el trabajo es muy sui generis, somos una comunidad muy unida y muchas veces tenemos que hacer de todo. Yo estuve en administración, de capitán de embarcación, de cocinero, de mantenimiento de áreas verdes, de guía de turismo, y de jefe de control y protección. El fuerte de los guaradparques aquí es el control y la protección, como tarea principal.
Uno se entrega y se sobrepasan las ocho horas de trabajo, porque si hay un proceso en marcha uno no puede detenerlo a la supuesta hora de salida, pero todo tiene su gratificación. Quizás, por ejemplo, se encontró un equipo de pesca abandonado en alguno de los patrullajes y, pues, hasta que no se termine la tarea, uno sigue allí.
Por el tema de estar a tanta distancia de tierra firme, tenemos una rutina de treinta días de trabajo y 22 de descanso. Eso nos da tiempo para estar con la familia, puesto que en los treinta días a veces pasamos sin contacto con ellos. Bueno, esto es ahora, en el futuro habrá teléfonos celulares y una buena red, pero en los noventa no hay nada de eso.
Ahora los costos para comunicarse son muy altos, o mediante la radio del Parque, pero nos oyen todos los que estén conectados a esa frecuencia. Así que la distancia con la familia es importante.
El submarino se mueve y la vista de la isla desde abajo es otra dimensión. Haber podido presenciar eso es de una magia inigualable.
A mis amigos cuando les cuento me preguntan si estoy loco. Pero es que no saben el privilegio de trabajar aquí. Mi familia lo terminó entendiendo, porque cada vez que salgo a la isla se nota mi felicidad.

Es que el verde es más verde, el azul es más azul. La isla es de una majestuosidad que nos corta el aliento cada vez que llegamos. Con el tiempo nos vamos acostumbrando, pero no es siempre que las personas trabajamos en un espacio natural como este.

Tu Isla del Coco

Parque Nacional Isla del Coco – Faico

En la parte terrestre de la isla uno pasa por un bosque nuboso que no está ni a mil metros, luego por otro bosque tipo páramo, y luego por un bosque siempre verde, lo que la mayoría conoce simplemente como bosque. Todo en sus 24 kilómetros cuadrados. Pasar por esos tres bosques, no es en cualquier isla que se da. Y no solo eso, es una maravilla la cantidad de agua potable que tenemos aquí, con las innumerables cascadas.

Geovanny Fallas, Guardaparques Isla del Coco

Geovanny Fallas, guardaparques de la Isla del Coco recientemente pensionado.

¿El tesoro? A los que trabajamos aquí, no nos interesa el tesoro, el verdadero tesoro es la isla, por más buscadores de tesoros o locos que llegan nunca lo van a encontrar porque lo tienen allí ante sus narices. Todos deberíamos sentirnos orgullosos de tener a la Isla del Coco como parte de nuestro territorio. Es uno de los sitios RAMSAR a nivel mundial, es un laboratorio natural para la investigación. Aquí llegan equipos de investigadores del mundo entero. La isla aporta mucho conocimiento a la humanidad.
Es duro la distancia con la familia, pero relajante enfrentarse a la naturaleza de esta manera. Es muy bonito y enriquecedor. Yo no cambiaría el trabajo en la Isla del coco, si volviera a nacer tomaría de nuevo mi profesión de guardaparque.
Sabemos que estamos en la última frontera de Costa Rica, como decimos en la isla. Sabemos también que gracias a ella Costa Rica es 11 veces más grande de lo que es su espacio continental. Son 36 horas de entrada y 36 horas de salida. Cada vez que venimos es como volver a vivir una aventura.
Además, somos la cara de Costa Rica frente a un turismo muy exclusivo, un turismo que sabe apreciar la joya que significa esta isla. Un turismo que se va con una experiencia única e inigualable, como en ninguna otra parte del mundo.

El submarino continúa su recorrido. Los turistas no han ni pestañeado ni cerrado la boca de la admiración. Llegamos a estar dos horas y ya estamos de salida. Ha sido una experiencia inigualable. A partir de ahora no veré nunca más la isla con los mismos ojos, la conoceré por dentro, o más bien, por debajo, además de admirar su espléndida belleza de arriba.
Sé que en el futuro voy a extrañar todo esto, pero sabré, entonces, que haber servido a mi patria desde acá habrá sido el mayor honor de mi vida y de mi familia.

Cuando esté sentado en la sala de mi casa, en 2020, ya pensionado a mis 61 años, cerraré los ojos y volveré al colorido que ahora acabo de ver por las ventanas de este submarino. Sonreiré y pensaré que habrá valido la pena todo el trabajo de más de 20 años por nuestra gran joya nacional.

Isla del Coco atardecer, 40 aniversario

Atardecer en la Isla del Coco